El Príncipe de los Gatos

El Príncipe de los Gatos

domingo, 21 de febrero de 2016

Ni retirada ni rendición


Perdí las alas en mitad del vuelo,
las ganas de huir
el miedo a caer.


Me olvidé de mis triunfos
de todo lo que gané cuando perdí.


Empecé a contar el tiempo con los segundos
que aún no habían llegado,
desperté mucho antes de quedarme dormido,
y exhalé todo ese aire que ya habían expirado los demás.


Llegué tarde a todas mis citas con la muerte,
lancé los dados contra la pared
y nunca llegaron a tocar al suelo.


Intenté mezclarme con el ruido
pero sólo el silencio entendía el ritmo de mis maullidos.


Elegí la soledad como escudo antibalas
y acabé como un colador
desangrando poemas en mi sillón.


Y aún así,
ni retirada ni rendición.


Que aún quedan noches que conquistar
y madrugadas que desvelar,
aún nos quedan corazones que desnudar
y cuerpos que destrozar.


Todavía hay miradas que esperan ser salvadas
sonrisas por nacer
mordiscos por sanar.


Y aún así,
ni retirada ni rendición.


Que no todo está dicho,
ni hecho,
que mientras nos queden sueños en el bolsillo
seguiremos dando por culo
a quien quiera vernos rendidos.


Que aún nos queda fuerza en las entrañas
para hacer lo que queremos con nuestras vidas.
Que en este espacio entre el pecho y la razón
aún queda sitio para la libertad.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Nocturnal


Hoy he vuelto a soñar contigo
Luna,
y he querido despertarme en seguida
para certificar que no estabas aquí.

Hoy te he vuelto a perder
y sigo sin arrepentirme de haberte dejado marchar.

Prefiero perderte mil veces más
que no ganarte nunca del todo.


Así aprendí a sobrevivirte,
poniendo mis ojos lejos de los tuyos,
clasificando los recuerdos empezando por los que más duelen
y lanzando a la hoguera todos los poemas que te escribí
y nunca llegué a (a)prender(me).

Te has convertido en un susurro que nunca calla del todo,
esa canción que escuchas durante un día entero
y siempre vuelve a tu cabeza
cuando estás triste,
o cuando ves besarse otras dos almas en pena
castigando la ciudad con tu silencio.

Y no quiero que pienses en esto como una llamada de socorro,
o como un rompecabezas,
tan sólo es una manera más de saberte parte de mí,
que aún después de tanto tiempo,
y tantas despedidas,
sigo encontrándote en el único lugar que no controlo.

Que sigo nadando en dirección contraria a tu destino,
atracando en aquellos bares 
que me ayuden a huir de tus caderas,
escribiendo como único sustitutivo del sexo contigo.

Y es que 
soñar contigo 
no es lo más peligroso.

Lo más peligroso es saber
que un día de estos
dejaré de hacerlo.