El Príncipe de los Gatos

El Príncipe de los Gatos

sábado, 30 de julio de 2016

Nos soñarán despiertas

A mí hace tiempo que no me lee,
y a ti
hace más que no te sueñan.

Ya sé que estamos hartos de pelearnos con la noche
que no nos acordamos de brindar por un beso
por el que valga la pena perder la sobriedad,
que cansados de que nos muerdan sin ganas de comer
hemos levantado un sinfín de respuestas
que no anhelan sus correspondientes preguntas.

Porque de qué sirve hablarle al vacío del silencio.

Yo te entiendo,
entiendo que corramos siempre por el mismo camino
a la espera de que venga alguien y nos diga,
se acabó…
no busquéis más.

Entiendo que busquemos nuestro futuro
con las mismas fórmulas del pasado,
aunque tiritando nos digan que así
con su matemática antigua
no volverá el invierno.

Pero vuelve… y tanto que vuelve.

Como todos los mordiscos que nunca llegamos a dar
ese miedo inútil y sordo
que sólo sabe escucharse a sí mismo.
Como la verdad insondable de que somos lo que queda de un derrumbe hecho trinchera
que tras tanto bombardeo de labios
nos olvidamos de que una caricia podía salvarnos de la vida.

A mí hace tiempo que no me lee
ni me escribe
ni me piensa.

Tu te mueres por que te sueñen
porque te laman las heridas
porque te acunen sin ganas de despertarte.

Y te entiendo,
porque de tanto correr al mismo tiempo
hemos acabado siameses en alma y hueso,
Hermanos de sangre en una guerra que nunca pudimos ganar,
porque nos equivocamos al elegir nuestros contrincantes,
incluso nos equivocamos de campo de batalla.

Porque puede que no me lea,
porque puede que no te quieran,
pero al final
cuando venga la vida a darles un par de hostias,
ellas
nos soñarán despiertas.

domingo, 17 de julio de 2016

Yo quería llamarme Antonio

Yo quería llamarme Antonio,
y recitarle por la radio
los poemas más hermosos
a la mujer más hermosa del pueblo.
Labrar la tierra con el sudor 
como único testigo de mi sacrificio.
Construir el futuro
con esas manos
que saben lo que es desgarrar el llanto.

Yo quería llamarme Antonio,
y buscar una sonrisa en las tinieblas.
Declararle la guerra a la guerra
usar como escudo mis poemas
y fusilar la victoria de cualquier bando
que se atreviera a luchar.
Luchar,
en la barra de un bar
contra el tiempo gastado
pensando en los demás derrotados de la vida.
Pensar,
que vale la pena perder
si así descubrimos que somos mejores personas
bailando
que empuñando el odio.
Amar,
amar a mi familia por encima de todo
de mí mismo y de todo lo que podría haber sido
y que no quise ser, porque tenerlos cerca
era el mejor regalo que jamás llegaría a tener.

Yo quería llamarme Antonio,
y que mi cuerpo oliera
a romero y tomillo machacado,
que mi camisa nunca estuviera abrochada
para poder respirar despacio
y que mis manos fueran verdes
como el esparto recién cortado.

Yo quería llamarme Antonio,
como mi abuelo
si eso significaba vivir en su cuerpo.
Si así podía convertirme en parte de él
para seguir dándole aliento a su recuerdo.

Tener su pelo blanco inmaculado
sus ojos azules como el mar encabritado,
sus pies, su pecho, sus brazos fuertes como el cemento.

Despertarme cada día sabiendo que soy mejor persona,
que gracias a mí hay otros pies que siguen corriendo
otras bocas que enseñan
otros ojos que aprenden
otras vidas que sueñan.

Y de tanto querer llamarme como mi abuelo
acabé siendo él mismo
casi sin saberlo.

jueves, 14 de julio de 2016

Carrera de 10.000 metros vallas

Podría decirte que te echo de menos,
que hace tiempo que no miro a nadie como te miraba a ti.

Podría decirte que sigo ahogándome
en mis propias palabras
cada vez que consigo salir a flote de tu recuerdo.

O que las noches perdieron su sentido
cuando una mañana decidiste
salir por la puerta sin moverte,
escondiendo las maletas entre las sábanas
y los mejores momentos cayendo por el hueco de la chimenea
hasta convertirse en ceniza.

Podría decirte que no he vuelto a respirar acompasando sueños a mis pasos,
que lo único que necesito
es el eco de tus latidos anidando en mis comisuras,
y que lo demás
sólo es aire.

Podría mentirte tantas veces de nuevo... pero la verdad
no sería distinta.

Que a pesar de todo lo que pueda decirte
tú nunca volverás a ser la misma que me arropaba
con su sonrisa en mitad de la tormenta.
Ni aquella que guardaba versos en sus pupilas
ni la que atropellaba los segundos que pasamos juntos
para que no se atrevieran a escapar.

Y aunque me duela decirlo,
yo tampoco.

Porque aprendí a quererme a destiempo
pero al final
lo conseguí.

Y ahora,
a pesar de que a veces sigues marcando el ritmo de mis pasos,
nunca podrás conseguir que se detengan.

domingo, 10 de julio de 2016

Aprovéchala

Si vienen a cortarse las venas a tu lado
todos los momentos que dejaste pasar.

Si enquistados por tu cuerpo huelen a derrota calcinada
los sueños que algún día creíste poder llegar a alcanzar.

Si harto de ti,
de tu suerte con sabor a ceniza,
de nombrar por su nombre cada una de las personas
que formaron parte de tu dolor.
Si harto de que el corazón pida a gritos una salida
aullándole al silencio,
si estás cansado de tanto caminar vigilando tus pasos,
no lo hagas.

A veces la solución es tan simple como cerrar los ojos,
olvidarse de los relojes,
aparcar todo aquello que no nos traiga una sonrisa a la boca
y sentirnos libres por un instante,
ese instante que nos haga creer
que es posible sentirse libre todo el tiempo.

Cuando pensamos que nada bueno puede pasar...
la vida
pasa,
cada día
a cada segundo,
y tú sin hacer nada.

Aprovéchala!

miércoles, 6 de julio de 2016

Tengo un secreto

Tengo un secreto que ruge cada vez que oigo tu nombre,
una alarma que sacude las terminaciones nerviosas de mi cuerpo
capaz de desvelar cada gesto tuyo acunado en mi recuerdo.

Y ya no se si escribo por miedo
o por vicio,
pero voy a pedirle a Baco otro trago de vino
a ver si así me acuerdo
de cuantos poemas me dejé olvidados en tus labios.

Tengo una duda que recorre los espejos,
y cuando soy yo el que sale reflejado
no me atrevo a preguntarme
porqué…
porqué siempre acabo encontrando las respuestas
en ciudades alejadas de mis horizontes.

Porqué…
porqué siempre acabo siendo esclavo de los ojalá,
de la necesidad de cogerte la mano
y caminar despacio esquivando piedras por el camino.

Porqué…
porqué la mala suerte se empeña en esconderme de ti,
en alejarme de tus ojos buscando los míos
como medida de supervivencia de lo que aún no hemos sido,
y quizás no seamos nunca.

Paso las noches en ese bar situado en la esquina
en que se cruzan calle melancolía
y todos los momentos
que tengo contigo.
Porque no me atrevo a salir de día a la calle y enterarme
de que podrías estar aquí
pero que al final
elegiste marcharte.

Tengo un secreto que ruge cada vez que oigo tu nombre,
así que acércate,
deja que te lo susurre al oído…
quédate.

viernes, 1 de julio de 2016

Ojalá Nietzsche... ojalá


El mejor recuerdo que tengo de ti,
es ese momento que aún no hemos tenido,
porque si Nietzsche tiene razón
y la vida es un viaje de ida y vuelta a empezar,
si todo esto que pasa es un preludio de lo que realmente importa,
entonces ten por seguro que no voy a dejarte escapar.

Si todavía nos quedan amaneceres pendientes,
islas en las que perdernos
y bailes que reinventar,
si aún podemos vencerle al miedo de sabernos en la memoria del otro,
si todavía nos faltan duermevelas atoradas en nuestros cuerpos
destilando besos a diestro y siniestro,
no creas que te voy a olvidar.

Porque apenas tuvimos tiempo de saber si maullábamos en el mismo tono,
si nuestras maneras de entender la libertad se entendían,
o si nuestras bocas podrían llegar a crear un mundo de sueños con tan sólo rozarse.

Nos faltó la fuerza
el valor de atrevernos a saltar en los brazos del otro
como si lo único que podría haberle dado sentido a todo
fuera habernos encontrado buscándonos los labios.

Pero fuimos cobardes,
o quizás demasiado lentos
porque ambos sabemos que andar con prisa siempre es sinónimo de desencuentro.

Así que no rindas tu esperanza
que yo voy a darle poemas a la mía,
palabras que le hablen de ti,
de cómo te deshaces por mis venas
de cómo perforas las horas y los días en el calendario,
palabras que me recuerden cómo achinas los ojos cuando sonríes
y cómo mueves las manos cuando versificas los bares
embelleciendo cada pupila que se atreve a reflejarte.

Palabras que me recuerden lo aleatorios que fuimos
al encontrarnos tan alejados del primer café que nunca nos llegamos a tomar
porque preferimos tomarnos las medidas de los ojos
antes que quedarnos sin excusas para volver a buscarnos.

Y ojalá no nos lo tomemos nunca
que siempre tengamos un motivo para acordarnos de lo que nos debemos
ese recuerdo del que no nos acordamos
pero que en otra vida
seguro
ya lo tenemos.