El Príncipe de los Gatos

El Príncipe de los Gatos

sábado, 27 de agosto de 2016

Los exiliados románticos

Somos lo que queda de una generación a la que nunca pertenecimos del todo,
los exiliados románticos criados entre versos contracultura
y teatros vacíos de esperanza,
fugitivos del sentido que le da sentido a todo
corredores de fondo en una carrera donde las líneas de meta
estaban hechas a base de besos
y noches eternas mezcladas con absenta.

Somos los hijos bastardos del amor hecho polvo a quemarropa
jugada de jazz
baile de discursos locos
en cuya destilación psicológica estaba la solución a cualquier problema.

Y a veces nos negamos a creer que la poesía ha muerto,
intentamos sobrevivir por miedo al fracaso
porque sabemos que el miedo a morir no significa nada en nuestras manos.

Y todo lo que hacemos lo hacemos para darle aliento a ese espíritu roto y moribundo
al que le encanta codearse con el insomnio.

Nosotros,
los poetas,
esos seres atípicos repletos de tópicos,
que por mucho que escriban nunca llegan a encontrarse.

Y no habrá texto, discurso o libro que los defina,
porque en el momento en que se sientan vencidos
encontrarán un motivo más para seguir venciendo.

Nosotros,
los perdidos en la nostalgia eterna de un mundo que no conocimos,
nos hemos rendido a la verdad,
a la fuerza de las palabras rasgando el paladar,
a la certeza de que aún siendo equívocos en el tiempo
acertamos siendo lo que somos.
Niños que juegan
en un campo de minas.

miércoles, 24 de agosto de 2016

A la mejor postora

Volvería a destrozarme los dedos con mis bolígrafos
si sirviera para que me leyeras de nuevo,
pero aún así,
te quedarías donde estás
y ya no estoy para perder tinta en papeles que solo saben cortar.

Volvería a usar estas manos como salvavidas en una ciudad que nunca aprendió a darnos el tiempo necesario,
guardaría la palabra ojalá en una botella danzando en el mar
y rescataría cada día un par de versos de tus labios
de aquellos que siempre supieron darme el resto
para hacerlos poema.

Volvería a sacrificar mis ganas de dormir por verte respirar
una vez más
una vez más
una vez más.

Volvería a quemarme con tus miedos
a insultarle al insomnio
a beberme las lágrimas
a arrancarme las cicatrices
a olvidarme de mí…
no!
Eso sí que no.

Volveríamos a errar en el intento de decirnos con palabras
lo que no pudieron hacer nuestros cuerpos.

Y por eso, amor,
ahora ando perdido en pupilas que no saben descifrarme las metáforas
en mujeres espejo
en pieles que huelen como la tuya
pero que en vez de quemar, hielan.

Lo poco que queda de mí,
de nosotros
se subasta en una carrera de hienas correteando por mis dedos,
oigo sus carcajadas como si fueran puñales
hundiéndose en mi mirada.

Y por eso, amor,
volvería contigo,
porque prefiero que si me destripan
al menos,
que tenga sentido.

viernes, 12 de agosto de 2016

Princesa

Solo te escribí una vez
y me da vergüenza darme cuenta a estas alturas
de que me quedé demasiado corto.

Nuestra historia se vio reducida a cuatro cervezas sin salida
las ventanillas del coche de tu ex empañadas
y una libreta llena de palabras
cuyo anhelo siempre fue estar a tu altura.

Me ahogo al pensar que nunca te marchaste del todo
que aún sigo buscando el significado de mis miradas
en mujeres que me recuerden a ti
porque todo lo que quiero hoy en día
es aquello que tuve estando contigo.

Pero yo estoy bien,
o eso me gusta creer cuando no me miran.

Sigo acariciando las copas cuando salgo de la trinchera
pero suelo cansarme pronto
si no tengo a alguien que me haga pensar que sigue mereciendo la pena dejarse el alma en cada conversación,
que hay una aventura que no acabará en el momento que decida salir del bar.
Porque hay tesoros enterrados en islas perdidas
y tú eras el mar que había que explorar para encontrarlos.

Me dejaste una buena lección aprendida que a día de hoy me ha costado cara,
el principio del fin de una vida de perros
el resurgir de un poeta
y un nombre que no sé si me lo pusiste tú
o me eligió él a mí.

Solo quería decirte que en este reino de gatos callejeros
tú siempre serás la princesa que me ayudó a rescatar la poesía,
y aunque ya no estemos juntos,
ni debamos estarlo,
quiero que sepas que yo también pude quererte
pero el miedo ganó la partida.

Eres la huella que busco cada vez que salgo a la calle.

jueves, 4 de agosto de 2016

Al gato que nunca tuve y al amigo que llegó

A él también lo abandonaron una noche de luna nueva
y tiene los ojos tristes de su padre.

Ambos nos hemos acostumbrado a vivir con el silencio
entendimos que la soledad no es un estado de ánimo
sino una forma de vida,
y juntos comprendimos el valor de acurrucarnos en algo más
que el recuerdo.

La primera vez que lo vi fue en un cartel de se busca
y yo tenía un sitio donde huir.

Ahora cuando me marcho
maúlla
y llora,
yo intento enseñarle que la libertad no es eso,
y que el amor se encuentra,
no se busca.

Pero el verdadero reto está en bajar la guardia
incluso después de haber sido tiroteado
una y mil veces.

Él se pasea a su antojo por mi cama
me mordisquea los dedos
y añora un cuerpo que nunca llegó a conocer,
quizás en eso también nos parezcamos.

Cada vez que cierro la puerta chilla y me echa de menos
aún sabiendo que estoy al otro lado
y entonces entiendo
que el amor
es eso.

Cada vez que duermo se acuna en mis brazos
con los pasos necesarios para no despertarme
porque sabe que cada vez duermo menos
desde que sé que no me piensan a lo lejos.
Y eso
también
es amor.

A veces parezco más gato que él
y ronroneo cuando me muerde la oreja izquierda
casi tan bien cómo lo hacía ella,
entonces lo lanzo lejos
le digo que no,
que no quiero acordarme de lo que es ser feliz,
y le dejo una pelota para que también se olvide de mí.

Apenas hace dos semanas que nos conocemos
pero ya sabemos cuáles son nuestros puntos débiles
y los fuertes
hemos decidido no mostrarlos,
porque al amor se va sin miedo
y nosotros
lo sabemos.